Maribel y la extraña familia


La genética de la cocina

Recuerdo un día, hace muchos años, en el que estuve grabando en video a mi madre mientras hacía croquetas. Le dije que era muy importante para poder repasar en casa el proceso, y repetir paso a paso aquello que hacía que las croquetas de mi madre fuesen las mejores del mundo.

Curiosamente (o no), desde que ella murió he podido ver sus fotos e incluso tenerlas cerca y presentes en mi casa pero he sido incapaz de ver ese video. De hecho, no he vuelto a ver ningún video en el que ella saliera, a excepción hecha de un día en casa de Mayte, repasando las imágenes que grabamos en Londres en un viaje que hicimos juntas. Supongo que será porque verla moviéndose, mirando, riendo es mucho más doloroso que verla simplemente sonriendo en una imagen.

Pero yo en este post no quería hablar de esto. O sí. El caso es que el otro día mi amiga Ana vino a comer a casa uno de mis espectaculares cocidos (y sobre la solidez de ese adjetivo pueden hablar alguno de los lectores que haya sido invitado en alguna ocasión a probarlo). Como siempre fue una comida muy agradable, tomamos una sopa de esas que a la mitad hay que hacer noche y luego un plato de garbanzos con patatas, carne, pollo, chorizo, morcilla y tocino. Vamos, que lo siguiente fue una de esas siestas de pijama, padrenuestro y orinal…

Ana alabó muchisiimo mi cocido y yo le decía que el sabor de este, al igual que el de las croquetas, las albóndigas o las lentejas, era exactamente igual que el que ponía mi madre en sus platos. Yo cambio los ingredientes, lo hago de forma diferente pero haga lo que haga, el resultado clona el sabor de la comida de mi madre.

Y pensaba, después de irse ella, que es bonito que aparte de recibir de herencia el color de ojos, la textura de la piel o el tono de voz, también se herede ese punto que se pone en la sartén. Probablemente sea una buena señal… y quizá también haya heredado el cariño que mi madre ponía al cocinar. Lo que no sé muy bien es en qué parte del ADN se aloja esto…



Unha vez tiven un cravo
marzo 10, 2010, 12:12 pm
Filed under: Pensamientos, Reflexiones animadas de ayer y hoy


Unha vez tiven un cravo
cravado no corazón,
i eu non me acordo xa se era aquel cravo
de ouro, de ferro ou de amor.
Soio sei que me fixo un mal tan fondo,
que tanto me atormentóu,
que eu día e noite sin cesar choraba
cal choróu Madalena na Pasión.
“Señor, que todo o podedes
-pedínlle unha vez a Dios-,
dáime valor para arrincar dun golpe
cravo de tal condición”.
E doumo Dios, arrinquéino.
Mais…¿quén pensara…? Despois
xa non sentín máis tormentos
nin soupen qué era delor;
soupen só que non sei qué me faltaba
en donde o cravo faltóu,
e seica…, seica tiven soidades
daquela pena…¡Bon Dios!
Este barro mortal que envolve o esprito
¡quén o entenderá, Señor!…

Rosalía de Castro
(Follas novas, 1880)

El otro día, en una profunda conversación con mi amigo Angel, me decía que lo más emocionante que le había ocurrido en los últimos seis meses era que se había comprado dos televisiones ultramodernas.
A veces, odiamos vivir constantemente en el día de la marmota. Otras, lo necesitamos.
Supongo que tiene que ver con la falta de coherencia que a veces nos ataca.
Si, como dice el maravilloso poema de Rosalía de Castro, sentimos que tenemos un clavo que nos atormenta, queremos sacarlo de nuestro corazón. Pero cuando sale, a veces, y solo a veces, lo extrañamos…



Un beso de esos…
marzo 3, 2010, 11:01 pm
Filed under: Uncategorized

Los dos se encontraron en el mismo cuarto,
los dos se encontraron justo en el momento,
fue un beso de esos…que bajan la guardia,
fue un beso de esos…de darse las gracias,
un beso de esos… de esos que valen!
por toda la química de la farmacia.

Los dos intuyeron, sus ojos cerrados,
sus bocas pegadas, cerca su aliento,
fue un beso de esos que cumplen un sueño,
un beso de esos que son el primero.

Un beso de esos que ponen contento,
los dos se creyeron ‘signing in the rain’

Tan locos saltaron sobre los charcos,
tan locos bailaron por los bordillos,
tan locos rompieron en mil pedazos
la lista negra de sus enemigos.

Tan locos saltaron la verja de un parque,
a ciegas cruzaron por las avenidas,
tan locos pensaron hacerse piratas
surcar en velero los mares de China.

Fue un beso de esos que premian las ganas,
un beso de esos que luego te marcan,
un beso de esos de bésame mucho,
tan locos quisieron perderse del mundo.

Tan locos rodaron uno sobre el otro,
un beso de esos que valen por todo.

Tan locos saltaron sobre los charcos,
tan locos bailaron por los bordillos,
tan locos rompieron en mil pedazos
la lista negra de sus enemigos.

Tan locos saltaron la verja de un parque,
a ciegas cruzaron por las avenidas,
tan locos pensaron hacerse piratas
surcar en velero los mares de China.

Surcar en velero los mares de china
Surcar en velero los mares de china…

Me he parecido de una dulzura infinita…



Asteroide B612


«Habia una vez un principito que habitaba un planeta apenas más grande que él y que tenía necesidad de un amigo…» (Antoine de Saint-Exupéry)

Cuando me he sentido como esta niña, sola con mi muñeca y mis gafas en medio de un planeta desconocido, os he tenido a mi lado.

Gracias. You’ve got a friend in me. Always.



A veces


A veces sueño contigo.
Llegas a mi cama sin que te invite.
Entras como un furtivo y me das un beso infinito.
A veces sueño contigo.



I Wish I Knew How It Would Feel to Be Free
febrero 21, 2010, 11:25 pm
Filed under: cosas que pasan en el mundo, Reflexiones animadas de ayer y hoy


Esta maravillosa canción, compuesta por Billy Taylor y Richard Lamb y que popularizó Nina Simone en el año 67, es una de esas canciones asociadas a un momento. En este caso, hablamos del movimiento por los derechos civiles contra la discriminación racial, situado entre los años 54 a 68, especialmente en el sur de los Estados Unidos.

Parece increible, pero bajo el amparo de las llamadas «leyes de Jim Crow» existió hasta el año 65 un mandato segregacionista por el cual negros y blancos entraban por diferentes puertas a los cines, iban a diferentes urinarios públicos, se situaban en lugares separados en autobuses, restaurantes…

Eran los años en los que una niña llamada Rubi Bridges hizo algo tan normal como ir al cole… solo que tuvo que ir escoltada por la policía…. fue la primera niña negra en asistir a una escuela integrada blancos-negros. Norman Rockwell la retrató para la posteridad, para que nunca olvidemos.

Y de esto solo hace 45 años. Qué joven e inexperto es el mundo… a veces…



Resiliencia

Si tuvieramos que buscar una definición genérica del término resiliencia, podríamos decir que en psicología, nos referimos a la capacidad de las personas para sobreponerse a periodos de dolor emocional. Sin embargo, yo prefiero la definición que hace el Institute on Child Resilience and Family y que nos habla de la habilidad para resurgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y acceder a una vida significativa y productiva.
Estas definiciones pueden parecer similares, sin embargo yo creo que la segunda es mucho más completa. No solamente estamos hablando de sobreponernos al dolor emocional, sino de acceder a una vida significativa y productiva. Esto es, no solamente me recupero sino que además, me enfoco a la acción

Hace poco, durante una conversación con los padrinos (una de las cosas que uno evalúa cuando se hace mayor es con quien o quienes se pueden tener determinadas conversaciones) cambiabamos opiniones sobre esto. Yo sostenía que la resiliencia no te viene de serie, sino que hay que trabajarla, y que este es un camino duro. Ellos sostenían que había personas que «por caracter» eran más capaces de sobreponerse ante determinadas situaciones más o menos complejas y que otras ante un revés emocional, afectivo o incluso monetario, veían arruinada su vida y a partir de ahí podrían dejarse llevar sin rumbo por el mundo.

Siempre he pensado que dejarse llevar por los reveses es como tener abiertas menos de treinta pestañas en el firefox: un comportamiento de nenazas. Los reveses emocionales son relativamente frecuentes en nuestra vida. Algunos de ellos incluso deben enseñarnos y ayudarnos a desarrollarnos como seres humanos completos. Otros, simplemente piden un duelo.
Algunos combinarán el duelo con la reacción.

Pero es importante que tengamos en cuenta que la vida no es un experimento en atmósfera cero. Y ya se sabe que los experimentos hay que hacerlos con gaseosa porque de cualquier otra manera te pueden estallar cuando los llevas a un entorno contaminado (por poco que esté). Y que además tenemos que considerar que las fórmulas magistrales no salen a la primera. Hay veces que hay que repetirlas una y otra vez para conseguir el mejor perfume. Y que en estos casos, incluso puede ser interesante chamuscarnos un poco, en esto consiste la prueba-error.

Y que entrenar la resiliencia es una de las mejores cosas que podemos hacer. El ser humano, la vida, el mundo es imperfecto. Y muchas veces nos estalla en las manos. Y otras simplemente nos salpica un poco en los ojos. En ambos casos, lo mejor es lavar con suero y recordar qué es lo que hizo que nos estallara o nos salpicara. Y repetir la fórmula de nuevo. De forma constructiva. Pensando que, cuanto más lo hagamos, más cerca estaremos de conseguir el perfume…



Dolor de cabeza, dolor de corazón
febrero 7, 2010, 12:11 pm
Filed under: Uncategorized


Me ha parecido tan interesante esta entrada del blog de Punset que no he podido por menos que hacerle un huequito en el mío.
Nos preocupamos por si los demás tienen elementos físicos que garanticen la supervivencia… pero qué hay de esos elementos psicológicos que necesitamos para ser felices??
Menos mal que alguien como Punset no solamente habla de esto, sino que lo fundamenta con una base científica. Para los escépticos…

Importa más el impacto de los sentimientos abstractos que los físicos y concretos de la sed o el hambre. Los dolores causados por motivos sociales –como un desamor– o los placeres de igual naturaleza –como aprobar una oposición– activan idénticos circuitos cerebrales que los estímulos fisiológicos, básicos para sobrevivir, como la práctica del sexo.
Se está confirmando, pues, una sospecha que teníamos muy pocos en el sentido de que el cerebro trata con la misma deferencia o indiferencia, según se mire, experiencias sociales y abstractas como una falta de reconocimiento social y conductas físicas tan concretas como saciar el hambre o morir de sed.
Lo que está sugiriendo la ciencia, ni más ni menos, es que el mundo de los sentimientos y la historia del pensamiento inciden en el corazón de la gente en no menor medida que una hambruna o el calentamiento global. ¿Entonces por qué nos ocupamos menos de los primeros que de los segundos?

Y, si eso es cierto –y ya no puede negarse que forma parte del pequeño y modesto acervo científico–, deberían matizarse muchas de nuestras convicciones o, cuando menos, alterar lo que yo llamo nuestra “estrategia de compromisos”. No es seguro, por ejemplo, que nuestra supervivencia dependa en mayor medida del famoso cambio climático que de nuestro reconocimiento individual por el resto de la sociedad; de saber, en definitiva, si me odian o me aman.
s mucho menos probable de lo que se creía hasta ahora que nuestras necesidades fisiológicas revistan un grado de urgencia mayor que nuestros sentimientos. A ver si ahora resulta que dar dinero para combatir el sida o la malaria activa el llamado “circuito cerebral de recompensa” en mayor medida que recibir la misma cantidad de dinero para colmar necesidades personales. (Confidencialmente, les confieso a mis queridos lectores que también esto ha sido comprobado en experimentos apoyados en resonancias magnéticas funcionales, aunque recomendaría no divulgarlo todavía para no soliviantar excesivamente a los incrédulos y psicópatas a quienes cuesta admitir o sentir el dolor ajeno.)

El misterio no desvelado todavía es por qué el cerebro trata igual la necesidad afectiva que la física. Todo el mundo entiende que la falta de alimentos y de agua o las temperaturas extremas causan dolor. Pero ¿por qué utiliza el cerebro el mismo sistema neurológico para abordar privaciones y recompensas físicas que privaciones y recompensas morales?
Un equipo de científicos liderado por H. Takahashi de la Universidad de California, en Los Ángeles, sugiere que existen razones evolutivas de supervivencia de la especie que explicarían dicho comportamiento. En los mamíferos –y muy particularmente en los humanos– es muy elevada la dependencia de los recién nacidos, que llegan al mundo desprovistos de los mecanismos necesarios para sobrevivir por su cuenta. El precio pagado por disfrutar de una inteligencia mayor que el resto de los mamíferos cuando se es adulto implica dedicar los siete primeros años de la vida al aprendizaje y a formar la imaginación, en régimen de todo cubierto, por supuesto, incluidos los gastos sanitarios.

Sin la dedicación de un cuidado específico, que sólo puede dimanar de sentimientos y afectos sociales, ningún recién nacido podría sobrevivir. En este sentido, los sentimientos sociales preceden la cobertura de las necesidades físicas y concretas, como dar de comer, calmar la sed o proporcionar la temperatura adecuada. Es muy discutible que sin esos sentimientos sociales pudiera darse luego la compensación física necesaria para sobrevivir. El cerebro acierta en dar a los primeros la misma prioridad que a la segunda. Esta vez, la evolución optó por la alternativa adecuada. Ahora, sólo hace falta que todos nosotros nos comportemos de igual manera. Por lo menos, durante 2010.
(Eduardo Punset)



All things must pass


Ayer terminé un proyecto de trabajo que me ha tenido entretenida desde Octubre. En realidad no lo hemos terminado porque tenemos previsto hacer una nueva fase en primavera, pero lo cierto es que el grueso del proyecto ha sido terminado, el resto en principio serán acciones de seguimiento que entiendo que llevarán menos tiempo y energía (o no).
Gracias a este cliente he estado dos semanas en Londres, he practicado mi inglés, he aprendido muchisimo sobre productos financieros y he entrenado la inteligencia emocional. He trabajado un montón, he sufrido algo, he disfrutado, me he reido y al final me he quedado con esa agradable sensación de «prueba superada».

Cuando uno termina un proyecto hay dos emociones básicas que intervienen: una de ellas la de alegría y descanso por haberlo finalizado con éxito. La otra es el vértigo por, de nuevo, tener un folio en blanco frente a mí.

Supongo que es algo normal cuando no trabajas dentro de una empresa, pero a veces la sensación de estar constantemente empezando y terminado es algo cansada.

Ayer, mientras todo el equipo del proyecto disfrutábamos de una estupenda cena, detrás de las risas yo sentía una cierta tristeza por el cese (aunque sea temporal) del trabajo con un equipo con el que me he sentido maravillosamente bien, que ha potenciado mi iniciativa y que me ha dado su confianza para liderar este proyecto.

De nuevo, como en tantos otros momentos, me siento con un bloc en blanco delante de mí. Un bloc en el que se anotan cosas y se pasan páginas, como en la vida. Y pensaba que quizás ahora fuese el momento de parar en alguno de los capítulos.

Y recordaba, mientras brindábamos por la nueva fase, esta maravillosa y algo melancólica canción de Harrison que dice aquello de:

All things must pass
All things must pass away



Malos sueños


Llevo durmiendo mal unos días. Y no solo es que duerma mal, sino que además tengo malos sueños. Sueños que me incomodan, que me despiertan antes de tiempo, que me impiden descansar, que me inquietan, me desasosiegan y me hacen sentir mal.

Mi amigo Carlos dice que tengo que dejar que algo se vaya. Puede que sea así. Y lo más importante sería saber qué es lo que quiero que se vaya… He de admitir que tengo algunas pistas, pero la verdad es que tampoco tengo muy claro como han de ser los procesos de dejar que algo se vaya sin actuar para ello… se irán las cosas, los pensamientos, las emociones de forma espontánea? tendré que ayudar yo? simplemente un día me dejaré caer en la cama y como ese espíritu que salía del cuerpo en ghost todo aquello que me hace sentir desasosegada me dejará?

La verdad es que es un tema que me preocupa, sobre todo porque la falta de sueño me provoca cansancio, me baja los niveles de energía y me hace tener pérdidas de memoria ( y teniendo en cuenta la poca memoria base que tengo, esto me va fatal…)

Esta noche, intentando conciliar el sueño solo recordaba una cosa: el maravilloso poema de Santa Teresa de Jesús que la protagonista de una de las últimas novelas que leí recitaba como una letanía:

Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta

Y la verdad es que estar a las cuatro de la mañana teniendo como letanía un poema de Santa Teresa, por muy maravilloso que sea, no es lo ideal… aunque bien pensado lo mismo es un mensaje de mi subconsciente… Voy a ver si lo pienso un rato…